viernes, 8 de abril de 2011
Anécdota
Sucedió que una vez fui invitado a cantar en una fiesta de cumpleaños. El patio de la casa donde la fiesta se llevó a cabo era muy grande y gozaba de la sombra de algunos árboles.
Yo no lo sabía, pero la festejada celebraba su octubre número setenta y tres. Debí imaginarlo porque al llegar me percaté de que en el grupo de invitados no parecía figurar nadie con menos de setenta años de edad a excepción de tres o cuatro señoras que rondaban quizá los cuarenta y al parecer organizaban el evento.
Tan pronto me vi envuelto en tan hermoso paisaje, sentí pánico. ¡Qué les voy a cantar!, me dije. Comencé con algunas canciones de José José, ya saben, tanteando el terreno, pero al parecer resultaron demasiado modernas para el público presente. Fue entonces cuando miré a lo lejos a una señora intentando levantarse de su silla. Parecía ser mayor que la festejada; tal vez ocho décadas completas. Cuando al fin logró levantarse, caminó con pasos muy lentos hasta donde yo estaba y me dice con una voz casi infantil: -¿me puede cantar la del sauce y la palma? Yo sentí desmayarme de pena. No me la sabía. Pero la señora dibujó en su rostro una bella sonrisa de dientes ausentes y me dijo despreocupada: -Ah bueno, voy a pensar en otra y ahorita vengo y le digo.
Envidié su actitud. Su felicidad.
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Perdón por no saber acercarme a la belleza de la escena real.
Solo no resistí las ganas de contarlo.
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Me has Traido a la memoria a tu Abuela =D
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